Grupo de lectura de "El Quijote"
Sin duda alguna, el que no ha leído el Quijote sí que tiene una idea de lo que en él se relata, si no de su contenido, si de sus tópicos y símbolos. Si nombras a Don Quijote a la mente te viene personaje de extrema delgadez, locura, novelas de caballerías, molinos, gigantes, La Mancha, Sancho Panza… y seguro que el Yelmo, es decir el “casco” de Don Quijote… que don Miguel representó con la bacía de un barbero.
En su locura Don Quijote, ya hace mención al Yelmo de Mambrino en la aventura del vizcaíno, (luego lo hará más adelante, como he comprobado por curiosidad, seguramente una técnica de Don Alonso para que volvamos hacia atrás o hacia adelante para comprobar lo dicho) y ahora lo visualiza en la cabeza del pobre barbero. Su interés estriba en que el tenerlo o ganarlo haría invulnerable al poseedor. PARA SABER MÁS
En su locura Don Quijote, ya hace mención al Yelmo de Mambrino en la aventura del vizcaíno, (luego lo hará más adelante, como he comprobado por curiosidad, seguramente una técnica de Don Alonso para que volvamos hacia atrás o hacia adelante para comprobar lo dicho) y ahora lo visualiza en la cabeza del pobre barbero. Su interés estriba en que el tenerlo o ganarlo haría invulnerable al poseedor. PARA SABER MÁS
De todas formas, tras hacer un poco de historia sobre el Yelmo, quisiera resaltar la figura del “barbero viajero” como el del capítulo que ahora comentamos, personaje que en esta época tuvo gran importancia y reconocimiento, No hay que ir muy lejos para encontrar un ejemplo Rodrigo de Cervantes, padre de nuestro homenajeado escritor, ha sido “catalogado” en muchos escritos como cirujano; pero seguramente no como hoy lo conocemos, como mucho sería practicante. Hablar de cirujano en este período equivalía a decir barbero y sacamuelas.
Decir que los conocimientos sobre cirugía eran prácticamente nulos, de todas formas se desarrolló a pesar de que “los cirujanos” no tenían ni idea ni medios para llevarla a cabo…ni para controlar hemorragias y dolores desmesurados y menos para luchar contra las infecciones. Seguían practicando técnicas de provenientes esencialmente de la antigüedad.
Al finalizar la Edad Media y hasta bien entrado el Renacimiento, los enfermos tenían cuatro medios para paliar sus males:
a). Acudir al médico de “universidad”, que por cierto había tenido que renunciar a practicar la cirugía “so pena” de buscarse problemas con la Inquisición. Y que como mucho hacía pronósticos más que diagnósticos.
b). Visitar al cirujano – barbero (nuestro actor secundario) que como mucho había escuchado la palabra universidad, pero eso sí, había aprendido de otro barbero –cirujano – sacamuelas más experimentado.
c). Ir al curandero charlatán, mago, embaucador, golfo y sinvergüenza, que de pueblo en pueblo vendía potingues, ungüentos, talismanes, fetiches y amuletos; en algunas ocasiones sacaba muelas e incluso hacía flebotomías, ¡casi ná!... en la mayoría de los casos con resultados terribles.
d). O encomendarse a la santa o santa del lugar y esperar un milagro que solucionase sus males.
Pienso que me quedó algo extenso, pero debía ser así, porque no hubiese tenido mucho sentido... prometo abreviar en lo sucesivo
No hay comentarios:
Publicar un comentario